Espero que alguien oiga estas palabras. Sé que así será. Debo creerlo, pues si no ya me hubiese dejado ganar por la tentadora idea de la muerte. A mi hermana le ha arrancado un ojo y una pierna. He sentido su dolor como si fuera en mi propio cuerpo mientras ella la desmembraba. Antes le veíamos la cara y sentíamos su sonrisa como un rechinar maldito, pero ahora solo vemos su silueta. Y no ríe. Imploro que en su mano no traiga un cuchillo ¿Qué oscura trama se esconde en sus pensamientos? ¿Serán todos los humanos iguales? ¿Si ella supiera que nosotras podemos sentir...lo seguiría haciendo? Si tan solo pudiera gritar. Vendrá por mi hermana o por mí. No importa. A esta altura es lo mismo. ¿Dónde se encuentra el límite de escalofríos antes de desfallecer? Yo soy la muñeca de Teresa, la hija menor de la familia que ahora no enciende la luz al entrar a su habitación. Alguien ayúdenos. ¿Están ahí?
Escucho sus pasos. ¡Por favor no! ¡Tiene el cuchillo! ¡Déjala! ¡Déjala! ¡Ella es una muñeca, no se puede defender! ¡Escúchame! ¡Escúchame! ¡Deja su brazo en paz! ¡Grita hermana, grita con todas tus fuerzas! ¡Yo nos salvaré!
¿Siguen ahí? Han pasado tres días, creo. Mi hermana no lo logró. Estoy esperando mi destino. ¡Alguien venga, se los ruego! Estoy gritando, ¿no me escuchan?
Ha regresado. Escalofríos. No distingo que trae en su mano. Es... es ¿fuego?
Su respiración helada y cadenciosa cae sobre mi frente. Si tan solo pudiera gritar. Mis dedos se derriten. Es raro. No hay tanto dolor. Ya no soy una muñeca.