En la obscura noche deambula Rebeca, más de 50 años la tienen cautiva entre la tierra y el cielo, sólo los atrevidos la conocen, sólo los vecinos de ese pequeño terruño campirano de Guanajuato saben ubicar sus lamentos que buscan cada noche el amor perdido.
Rebeca es una linda jovencita de sólo 17 años, cada día va optimista a su trabajo en la fábrica de mezclilla que se ha instalado como una novedad en el pueblo de San Francisco del Rincón para dar trabajo a un centenar de familias de la región.
Al arribar a su labor que implica una actividad manual, lo primero que hace Rebeca es encender el viejo radio que requiere unos minutos para comenzar su transmisión. El momento más emotivo para ella es cuando escucha esa hermosa canción "París" que la hace sentir enamorada y que le recuerda a su novio, quien le ha prometido amor eterno.
Ese día era un viernes, son las doce del día y los trabajadores paran sus labores para el almuerzo y para rezar el “Angelus”, ya que la mayor parte de ellos son cristianos y realizan este momento de reflexión.
Hoy Rebeca llegó triste y cabizbaja, algo la hace ver distraída y fuera de sí, pues ha recibido una carta donde su novio le pide terminen su relación. No ha podido concentrarse en el trabajo, sus amigas la invitan a salir, a tomar el almuerzo, ella les dice que no saldrá y aprovecha el momento para soltar su larga cabellera con la que enjuga sus lágrimas, al tiempo que empieza a escuchar su canción preferida.
Las máquinas quedaron encendidas y Rebeca cepilla su pelo cerca de una de ellas, en un momento lanza su larga cabellera hacia atrás, lo que provoca que se enrede en la plancha que lleva las prendas, no hay nadie que la escuche, grita unos instantes y segundos después pierde la vida desnucada.
El cuadro es tétrico al regreso de sus compañeros, aún suena su canción "París" y Rebeca yace muerta con la carta en sus manos.
Imposible olvidar la escena, y desde entonces, su presencia ha quedado impregnada en las paredes de ese edificio de estilo medieval, al cual se le han dado diversos usos, pero nadie ha escapado de los recorridos que Rebeca realiza por el lugar, hasta volverse la dama y señora de ese espacio que por las noches la ve deambular cepillando su cabellera, incluso se llegan a escuchar sus lamentos que piden por el regreso de su eterno amor.