Dicen que somos las personas a las que amamos y a las que odiamos, los libros que leemos, las canciones que escuchamos, las películas que vemos y los lugares que visitamos. Somos los recuerdos de las experiencias vividas, incluso de aquellas que hubiésemos deseado vivir, pero nunca vivimos; también los recuerdos que desearíamos olvidar, pero no podemos. Los devoradores de sueños lo saben mejor que nadie. Sea quien sea, será alguien de tu entorno: un familiar, un amigo o un compañero de trabajo. Quizá no te resulte complicado localizarlo, o tal vez sí. Se camuflan bien y suelen ser amables al principio. El devorador envidia tu vida. Quiere tener lo que tienes, ser como eres, pensar lo que piensas, soñar lo que sueñas. Ama tus gestos, tu anatomía imperfecta, pero no como podría amarlos un enamorado. En su caso, ese deseo es un hambre voraz de querer ser como tú. Por eso se irá asemejando cada vez más a ti. Todos en algún momento hemos atravesado esa fase de idealización de alguien a quien desearíamos parecernos: la fascinación. Sin embargo, el devorador irá un paso más allá. Leerá los libros que leas. Escuchará la música que escuches. Verá las películas que veas. Tomará nota de tus sueños de ser escritor y profesor e iniciar una nueva vida en la capital al lado de tu pareja. Te adulará. Se introducirá en tu círculo de amistades hasta robártelas. Un día, aprovechando tu ausencia, irá a tu casa y se autopresentará a tu pareja. Cuando llegues los encontrarás sentados en el sofá riendo, muy pegados. Hará bromas a tu costa. Se arrogará la medalla de haber vivido más experiencias a su lado que tú. Te hará sentir mal contigo mismo diciéndote que eres demasiado susceptible, pero los hechos hablarán por sí solos al cabo de los meses y cuando veas que tus amigos ya no son tus amigos sino los suyos, que tu pareja ya no es tu pareja sino la suya, que ya no vive donde vivía sino en la capital, que es escritor de una novela cuya idea fue tuya, que lleva tu mismo peinado, tu misma ropa, que ya no responde a tus llamadas...entonces ya será demasiado tarde para demostrar la verdad: que tú eres tu auténtico yo y que ese otro es un devorador de sueños, de esos mismos que tú le confiaste inocentemente, así que mucho cuidado con a quien abres tu corazón. Nunca puedes estar seguro de encontrarte frente a un devorador y cuando lo descubres, ya no hay solución. Al leer estas palabras pensarás: ¿Y esto es un relato? En verdad, el relato es lo que imaginaste al tratar de identificar en tu vida al posible devorador: ¿Será mi amigo? ¿mi jefe? ¿Esa persona con la que fui a clase? Tu respuesta es el nudo del relato. El texto que leíste, la introducción a esas imágenes que proyectaste en tu mente. ¿La conclusión? El tiempo lo dirá.