A Marta la descendieron a mi lado hace par de días bajo una lluvia torrencial, posiblemente los aguaceros y los entierros si tienen algo que ver con lo de ser buena persona pero de seguro nada con lo de buen augurio. Desde ese día nada ha sucedido según se supone, pobrecita, no está bien muerta aún. No que la enterraron viva, no, está muertita y estará re-muerta, pero cuando le vertieron la tierra encima y se acabó el oxígeno, su mente acudió a energías residuales que la hacen pensar casi como los vivos. Anda cual náufrago en tabla sin saber que ahora es lo segundo y no lo primero. Estas primeras horas han sido muy angustiantes, no tiene conciencia de la condición en la que está y me da mucha pena. Se queja de todo, del frío, del gobierno, de los hijos que no llaman. Esa vieja manía de preocuparse por todo no la deja morir en paz. Será cuestión de tiempo, solo espero me encuentre cuando todo esto termine, ahí le viene otro ataque.
— Acabo de prender la luz, me ha despertado la sensación de unas patitas o quizás unas yerbas finas rozándome el rostro. A un lado son las cuatro y once, quizás y diecisiete. Al otro mi esposo duerme, tiene la boca abierta y he pensado que podría tragarse un insecto. Un bicho en la boca no es peligroso, bueno, en tanto no lo aspire un pulmón. Sus labios, que raros, bajo esta escaza luz se ven exangües. ¡Jorge! ¡Jorge! Está muy dormido, los ojos se le han ido hasta el fondo de las cuencas y qué salidos sus pómulos, cosas de la edad. Algo se revolcó en mi oído, creo. Sí, algo agoniza en mi cabeza, hizo igual que el ajo en el mortero. Estoy soñando, voy a despertarme, quiero despertarme. ¡Despiértate Marta, despierta! A un lado está muy negro, como si tuviese betún en los ojos. Al otro lado siento tierra y raíces, pero no mis manos, quizás las raíces me alcanzan a mí, como esta tibia humedad que me abrasa el cuello. Volví a sentir el bicho, ahora parece que se intrinca, que está lleno de vida, suena como cascarones de huevos quebrándose entre los dientes. Estoy sobre mi espalda, me siento anclada, llena de óxido. Sí, debo estar soñando. ¡Duérmete Marta, duerme!