La alarma del teléfono suena de nuevo, haciendo tintinear la lámpara de su mesilla ¿Cuántas veces ha sonado ya, cinco?
Con esfuerzo, mira el reloj del móvil con el ojo izquierdo, mientras busca a tientas las gafas sobre la mesilla. Son las 8:30 de la mañana. Álex se incorpora, tratando de recordar en qué momento a Fer y a él les pareció buena idea quedar un sábado a las 9:00 de la mañana para desayunar.
Una vez de pie y con los dos ojos abiertos, Álex se apresura al cuarto de baño, sumerge su cara en el agua helada y se lava los dientes. Son las 8:45, todavía le queda tiempo para llegar a la cafetería donde ha quedado.
Fuera de casa, desciende por la calle Calvario hacia Tirso de Molina. Los dependientes de los quioscos de flores están empezando a sacar sus productos y todavía quedan restos de fiesta de la noche anterior por el suelo.
Su teléfono suena, es Fer, ‘me acabo de despertar, vete pidiendo, llego en 30 min' Ya está en frente de la cafetería, no merece la pena volver a casa.
La cafetería está hasta arriba, escudriña el local en busca de un sitio libre y sus ojos se frenan sobre un hombre que se está levantando de la silla.
Rápidamente se acerca a él‘¿se va?’. El hombre, de rasgos marcados, levanta hacia el unos ojos grises y le contesta ‘siéntese’.
Ya acomodado, Álex busca con la mirada la carta, la coge y ve con sorpresa que debajo hay un móvil.
Rápidamente levanta la vista esperando ver al hombre, pero no hay rastro de él. Dudando entre entregar el teléfono en la barra o intentar localizar al dueño, Álex decide probar suerte y ver si el móvil está bloqueado.
Pantalla desbloqueada, bien. Últimas llamadas, nada, qué raro. Prueba en la agenda ningún contacto. Esto sí que es raro piensa ¿Quién es este tío?
Consumido por la intriga, Álex estudia el móvil a fondo. Ni aplicaciones, ni mensajes ... ¿fotos? Duda por unos segundos antes de pulsar el botón.
Se despliega un amplio mosaico de imágenes. Pincha una al azar. La fotografía muestra una mujer con los ojos cerrados, tendida sobre el suelo y con la piel cerosa.
‘¿¿Pero qué??’ Pasa a la siguiente foto, un hombre aparece atado a una silla, esta vez tiene los ojos abiertos, que parecen a punto de salirse de sus cuencas por el pánico. Sigue pasando las fotografías mientras el latido de su corazón le martillea en los oídos, es lo único que oye, el bullicio de la cafetería ha desaparecido por completo.
‘¿Quién es ese hombre? ¿Qué ha hecho con esas personas? ¿Qué hago ahora? Un escalofrío recorre su columna, gira lentamente la cabeza hacia la ventana, sus ojos se chocan con la mirada gélida del hombre de rasgos afilados, sentado en un banco, le observa durante unos segundos más y, antes de levantarse, mueve sus labios en una frase que acierta a entender, ‘te espero’.