María y Juan eran adictos a visitar cualquier nuevo restaurante que abriese en la ciudad. Habían oído que, uno particularmente especial, acababa de ser inaugurado en el centro. Se apresuraron a reservar mesa para el fin de semana, y lo consiguieron. Al llegar el sábado, estaban expectantes, eufóricos, ilusionados; y acudieron raudos al local a la hora convenida.
Al llegar, el camarero, les recibió en la puerta, les tomó los abrigos, y les indicó la mesa en la que podían sentarse. «Un sitio con clase», pensó María.
Una vez sentados, su mesero les tomó nota de las bebidas y, después de servirlas, les explicó las reglas:
—Este es un restaurante particular —comenzó a decir —, es algo que podrán comprobar ustedes mismos. El caso es que, para que todo salga a pedir de boca —y aquí sonrió —, deben rellenar este pequeño cuestionario.
El chico les entregó una hoja a cada uno, que contenía tres preguntas, y dos bolígrafos.
—Sean ustedes lo más sinceros que puedan. De esa forma, disfrutarán mejor de esta experiencia.
La pareja comenzó a leer la primera pregunta, que decía: ¿Al punto o bien hecho? María, contestó que bien hecho. Por su parte, Juan, marcó al punto. La segunda cuestión rezaba: ¿Con o sin maridaje? Ambos marcaron: con. Y, por último, contestaron a la tercera pregunta: ¿Están seguros de que tienen hambre? Ambos rieron y comentaron acerca del extraño cuestionario y, terminaron contestando que sí.
—¿Han terminado? —preguntó el camarero.
Indicaron que así era y le entregaron las hojas rellenas. Juan sintió la necesidad imperiosa de ir al servicio tras haber bebido con ansiedad su cerveza, y eso hizo. Minutos después, el mesero apareció con una copa de vino.
—Este será su maridaje —le dijo a María.
—¿Y el de mi pareja? —preguntó ella.
El camarero se limitó a sonreír y se marchó.
Pasados unos minutos más, el chico volvió con un plato de carne muy hecha.
—Su plato —dijo.
—Tiene buena pinta —indicó María al ver la carne —, pero creo que voy a esperar a que mi novio vuelva del servicio.
—¡Oh!, no tiene que esperar.
—Aun así, prefiero hacerlo.
—Creo que no me ha entendido. Él ya está aquí.
—¿Dónde?
—Justo frente a usted. Y se está enfriando. ¡Bon appetit!