No todas las historias que dan miedo tratan sobre vampiros, hombres lobo o fantasmas. A veces lo que ocurre tras la puerta de tu vecino puede ser mucho más inquietante que pasear por un cementerio sin farolas la noche de Halloween. Sino ¿Por qué estando dentro de casa, cada noche, cerramos la puerta con llave? ¿Te lo has preguntado alguna vez?
La verdad es que no nos fiamos de nadie, y la realidad es; que hacemos bien en no hacerlo.
Mi nombre poco importa. Pero al igual que tú, querido lector; yo también soy el vecino de alguien, e igual que tú; padezco los inconvenientes propios de la convivencia, y me toca tolerar la música alta a deshora y sonreír con falsedad cada vez que me cruzo con ese…
Ya sabes a quien me refiero. En todos los edificios hay un “Ese”: Ese vecino moderno y listillo que sabe de todo. Ese vecino que grita ¡Espera! y te toca sostener la puerta del portal (llueva, haga frío o calor) cinco minutos de reloj; para que ESEEEEE suba contigo en el ascensor mientras te atormenta con lo que empieza siendo una conversación de besugo sobre el tiempo y acaba convirtiéndose en una puñetera conferencia sobre el cambio climático, donde ¿cómo no? subrayará la importancia de compartir el ascensor para ahorrar energía y de esta manera combatir simultáneamente; el deshielo en el ártico y los incendios en el Amazonas. Ese vecino que si no es obstaculizando tu plaza de parking; es llevando la contraria a todos en las juntas vecinales, pero el caso: es tocar… ya sabes el que, aunque diremos: llamar la atención; para que te quede muy claro que tan solo hay dos tipos de personas en el mundo: él y el resto. Aunque la verdad es que la división oportuna sería; los que fingen aguantarle y los que ya no le tragan ni media. ¿Adivinas a que grupo pertenezco?
Exacto querido lector, al tuyo, al de los segundos. Y como te dije al principio, no soy muy diferente a ti: yo hoy igual que tú me he levantado, he desayunado y me he topado con nuestro apreciado “Ese”, pero a diferencia de ti, yo hoy no le he sonreído, por lo menos no hasta que he terminado de desmembrarlo y colocarlo en el arcón frigorífico de la cocina.
Llegado a este punto te preguntarás: ¿por qué te estoy involucrando en esta mierda?... y con razón.
Mira la vida es injusta y si todavía no te has dado cuenta -querido lector- ya es hora de que lo aprendas. Pero no es mi intención aburrirte con moralinas (como comprenderás no soy el más indicado) la verdad es que después de pasarme la mañana envasando al vecino en paquetitos y organizándolos en el arcón, me he tomado un respiro y al revisar mis redes sociales: he visto la publicidad de vuestro concurso literario; alertando que precisamente hoy se cerraba el plazo de recepción de relatos. Y como yo soy muy de creer en las señales, al comprobar que la dotación económica del premio se correspondía, exactamente, con el precio de un arcón frigorífico divino (de segunda mano) al que he echado el ojo en el cash converters: me he decidido a escribirles porque después de poner al fresco a “Ese” ando un poco falto de espacio para el día que se me antoje visitar a la vecina gorda del cuarto.
Postdata:
No te haces una idea de lo cotilla que es y las ganas que la tengo.
Atentamente, su humilde servidor.
XXX