Caminé aterrado, esquivando aquellos cuerpos que yacían entre charcos rojos, los cortes en su carne y sus intestinos desparramados eran sacados de una asquerosa pesadilla. No puedo olvidar su rostro, aquella mirada me marcó completamente, le vi directo a los ojos, en ellos un deseo insaciable de dolor y sufrimiento. La sangre goteando de sus dedos hasta el suelo, una sonrisa insensible. -Fui explicando a detalle mis recuerdos-
¿Algo más? -Me interrumpió el oficial-
Sus pasos iban tras los míos. En mi mente están grabados los gritos desesperados de la mujer que amé, no pude detener aquella pesadilla, el cuchillo clavándose en lo profundo de su vientre, allí donde crecía nuestro futuro hijo, ella rogaba que parase mientras luchaba por liberarse. Lagrimas escapaban de mí mientras admiraba como aquel monstruo inclemente le silenció cortando de un tajo su garganta. -Continué-
¿Usted no hizo nada? -Cuestionó el oficial-
Lo intenté todo, pero nada pude. -Aseguré, mis piernas temblaban, me esforcé por calmarme-
Aquello me salpicó por todos lados, ¡Me sentía asqueroso! Fui tambaleando hasta la cocina, allí pude limpiarme un poco y me dejé caer sobre el suelo, estaba perdido, las imágenes daban vueltas por mi cabeza. Escuché las sirenas de la policía, supliqué porque pudieran detenerle. -Seguí-
¿Pero...? -Agregó el oficial-
Entraron y vieron todo... Todo eso, vieron el infierno que se había desatado en mi hogar. Yo estaba aterrado, en la cocina, deseando despertar, cuando ellos me vieron, me tomaron y me ayudaron a escapar de allí. Cuando salíamos... ¡Vi esa jodida mirada nuevamente! La vi, la vi, la vi. En el reflejo del espejo, aquellos ojos hambrientos, eran los míos.
El monstruo era yo, oficial.