He comprado esta muñeca a Ester, mi sobrina, para regalársela el día de Reyes. Aún no han empezado las fiestas, pero vale más gestionarlo ahora que no ir dejándolo hasta que la pereza nos haga descuidarlo.
El fabricante la bautizó con el nombre de Fany y lo cierto es que tuvo buena traza. Tiene el tamaño casi de una niña de carne y hueso y hasta parece de verdad.
Mi hermano y mi cuñada han sido quienes me la han encargado. Por Ester yo lo he hecho encantado, pero también me apena un poco que castiguen a Borja sin regalos de Reyes, según me comentan, por una mala contestación. Me pregunto qué tan grave puede ser lo que les haya dicho...
Yo creo que tiene celos de Ester con toda la razón. Ella es la que «se porta bien» solo por que en el colegio está cruzada de brazos sobre la mesa y porque en casa de los demás no dice ni pío, y a él que es un poco más nervioso lo tienen por ignorante y gamberro.
Por ello, Borja, hoy que se quedó conmigo porque sus padres y su hermana tenían una reunión con la profesora de esta, al encontrar la muñeca preparada en el comedor para cuando quieran pasarse a recogerla, ni corto ni perezoso ha arremetido contra ella y la ha destrozado.
La cabeza de Fany ha llegado rebotando ante la puerta de mi habitación.
—¡Borja, qué has hecho! —he exclamado.
—¡Justicia! —me ha contestado bruscamente.
—¿«Justicia»? ¡Mira qué majo! Cincuenta y cinco euros a la mierda. ¡Ahora tengo que comprar otra!
—Pues si puedes, la compras y si no, te jodes o te mueres.
—¡¿Cómo que me joda y me muera?! ¡Cuando vengan tus padres te van a dar p' al pelo!
Alguien agarra mi cuello. Giro la cabeza y me parece ver a un hombre que de alguna forma se ha colado en casa... pero no. Es un muñeco... de tamaño natural... muy parecido a Fany. El mismo color de pelo, los mismos ojos azules... y unas tenaces manos que me aprietan la garganta cortándome la respiración.
—Por si no lo sabías, tito, el padre de Fany tiene muy mal genio —dice Borja con una cruel sonrisa—. No le gusta nada que hagan daño a su hijita.
Desde luego, yo no creía en esa leyenda tan contada de que en aquella empresa juguetera hicieran magia negra y crearan golems para eclipsar a la competencia a cualquier precio, pero menos en que mi sobrino tuviera tanta maldad y odiara tanto a su propia familia que invocara a esa criatura contra mí con solo pensar en ella...