Lo último que recuerdo es un chorro de agua cayendo del grifo de metal a un barril a modo de lavabo. Luego se vuelve todo confuso en mi mente.
He despertado escondido bajo la mesa. Encogido como un niño, en esta sala en forma de bodega con tubos en el techo y ladrillo visto. Apenas hay luz y solo puedo ver cuerpos esparcidos por la habitación. No se mueven. Me parece reconocer a mis amigos. Intento acercarme a ellos sin hacer ruido en la piedra del suelo. No sé de qué me oculto, solo sé que estoy en peligro.
Observo los platos sobre la mesa. Están intactos. No nos dio tiempo a cenar.
Oigo un ruido fuera del salón. Creo que alguien intenta entrar, pero la puerta está cerrada y un bulto obstruye la entrada. También parece estar muerto.
Mi mente sopesa la opción de abrir la puerta o buscar otra escapatoria por la habitación. No sé qué es más arriesgado. Tal vez quien ha hecho esta masacre se encuentre aún dentro de esta misma sala. Me muevo entre las sombras poniendo toda mi atención a cualquier ruido o movimiento. Seguramente estará agazapado, esperándome.
La luz parpadea y no puedo distinguir si son sombras o algo escondido tras las sillas. Mi corazón palpita a mil revoluciones y tengo que morderme la lengua para evitar el sonido de mis dientes al castañetear.
Veo las piernas de uno de los amigos con los que vine a cenar. Hay sangre a su alrededor. El resto del cuerpo debe estar en algún otro lugar de la sala.
Se me eriza el cabello de la nuca y tengo que taparme la boca para evitar un grito. Me cuesta controlar mi respiración agitada.
Puedo ver algo parecido a una ventana. Tal vez sea mi salvación si consigo llegar a ella. Desde mi posición, no sé si dará al exterior o si estará condenada, pero debo arriesgarme.
Me deslizo lentamente arrastrándome por el suelo. Mis pantalones se tiñen de rojo y siento nauseas. Consigo llegar hasta lo que creo una ventana y me levanto despacio. Mis ojos escudriñan la sala en busca de movimiento y tiemblo esperando que en algún momento algo salte sobre mí.
Me vuelvo y mi aliento se congela al ver mi reflejo. Un rostro cubierto de sangre, con ojos salvajes de pupila amarilla, me observa. Intento gritar y un rugido sale de mis fauces. Mi lengua se relame y nuevamente siento ganas de devorar a alguien.